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FUGA DE CEREBROS EN VENEZUELA

  • ONIL PEREIRA
  • 17 mar 2016
  • 5 Min. de lectura

Actualmente, Venezuela afronta un conjunto de inconvenientes políticos, sociales y económicos que lamentablemente ya parecen formar parte del estilo de vida del venezolano promedio. Podría decirse que el venezolano de ayer, es decir, el que vivió en carne propia gran parte de los acontecimientos de la cuarta república (la caída del gobierno de Marcos Pérez Jiménez, alzamientos militares, atentados, estallidos sociales como “el Caracazo”) sabe mejor que nadie lo que es vivir en épocas de incertidumbre social. Pero por el contrario, los jóvenes venezolanos enfrentan una realidad distinta. Ellos están conscientes de qué actualmente hay más oportunidades a nivel educativo que las que había hace más de 25 o 30 años, sin embargo, males como la inseguridad, la inflación o la escasez hacen que sea difícil para los jóvenes profesionales venezolanos comenzar una vida propia de calidad. ¿Están huyendo de una triste realidad o simplemente buscan mejores oportunidades? ¿Cuál es la principal causa de esta fuga de cerebros?

La fuga de cerebros es una expresión utilizada para referirse a la emigración de profesionales y científicos formados universitariamente en su país de origen a otras naciones, impulsados principalmente por la falta de oportunidades de desarrollo en sus áreas de investigación, por motivos económicos o por conflictos políticos en su país natal. Esto generalmente ocurre en países en desarrollo como el nuestro.

La realidad que enfrentan los profesionales en Venezuela ha generado que éstos comiencen a emigrar hacia otros destinos, lo que amenaza al desarrollo académico y social del país, ya que quienes se forman aquí aplican sus conocimientos en otros lugares. Esto evidentemente genera pérdidas importantes para el país, ya que la inversión realizada en la educación para beneficio del mismo termina siendo en vano y por lo tanto, no se consiguen los cambios sociales requeridos.

En la XXIV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada en la ciudad mexicana de Veracruz, los días 08 y 09 de Diciembre de 2014; el internacionalista, profesor y político Jorge Arreaza, que actualmente desempeña el cargo de vicepresidente de la República, alertó sobre el fenómeno de emigración de talentos venezolanos. “Queremos poner una alerta sobre la movilidad, porque la hemos sufrido. En Venezuela no solo sufrimos la fuga de cerebros (…), también sufrimos el robo de cerebros”, dijo Arreaza en su intervención en dicha cumbre, cuyo lema o tema principal fue: “Educación, Cultura e Innovación”. Explicó que Venezuela forma a esos talentos con recursos públicos y los prepara en el extranjero con divisas del pueblo venezolano, y luego estos se quedan en el exterior.

Eso que el actual vicepresidente de la República Jorge Arreaza denomina “robo de cerebros” no es más que un conjunto de acontecimientos que ocurren a causa de la situación país, es decir, los inconvenientes políticos, sociales y económicos. Los jóvenes venezolanos, al darse cuenta que no pueden estudiar sus áreas de interés en este país, se ven en la necesidad de buscar otras fronteras en donde puedan cumplir sus sueños. Esos otros países, más desarrollados y que si cuentan con las condiciones académicas necesarias, dan oportunidades a esos jóvenes para que crezcan como profesionales y les brindan ofertas de nacionalización con el fin de que el mismo país se vea beneficiado con su labor y para que a su vez, este venezolano de nacimiento tenga una buena calidad de vida.

También, Arreaza coincide con estudios recientes de la Universidad Central de Venezuela sobre la comunidad venezolana residente en el exterior. De un estimado de 30.620.410 habitantes (según datos del Instituto Nacional de Estadística para 2015), un millón quinientos mil (1.500.000) viven fuera de sus fronteras. Más del 60% de esos emigrados son profesionales universitarios con maestrías o doctorados. Y como si no fuera suficiente, un total de 72,4% de los venezolanos que se fueron respondieron que no volverían al país con la situación actual, concluyó un estudio realizado por el profesor universitario e investigador Emilio Osorio. Y con toda razón, no es para nada lógico salir del país donde se consiguió estabilidad y seguridad para volver a aquel en donde no se consiguieron estas ambas.

De acuerdo con Osorio, los momentos de migración en Venezuela en los últimos 15 años (lapso en el que han ocurrido un 80% del total de emigraciones) pueden ser divididos en tres períodos. En el primero, fue la élite venezolana, es decir, la clase alta, la que emigró entre 1999 y 2003 debido a los cambios de carácter político que trajo la llegada del presidente Hugo Chávez a Miraflores. En el segundo, comprendido entre 2004 y 2009, fueron los talentos y saberes los que abandonaron el país. Ahora, desde 2010 hasta la actualidad, los jóvenes y la clase media son quienes se despiden en Maiquetía. Para el especialista, un cambio de paradigma migratorio se produjo a partir de 1999. En vez de recibir inmigrantes, Venezuela empezó a exportar capital humano.

Mucho se habla sobre estos jóvenes talentos venezolanos que abandonan el país, y por lo general son juzgados injustamente sin conocer las causas que los llevaron a ellos y a sus familias a tomar esta difícil decisión.

Una de las principales causas de la fuga de cerebros, mencionada anteriormente, es la escasez o ausencia de instituciones que desarrollen avances o investigaciones en áreas específicas de las ciencias. Este factor puede ser descartado en el caso de nuestro país, ya que, existen instituciones como el IVIC (Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas) que generan conocimiento a través de la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la formación de talento humano de alto nivel en Venezuela en las ramas de las ciencias físicas, químicas, biológicas, médicas, matemáticas, entre otras.

Otra de las causas de estas emigraciones, y considerada la más importante, son los motivos económicos. Las bajas remuneraciones, sumadas a los altos índices de inflación en el país (la cual podría cerrar este 2015 por encima de 170% según Bank of América) vuelven casi imposible el logro de metas como la de adquirir una vivienda propia o un vehículo. Es difícil ejercer con pasión y responsabilidad una profesión que no permita satisfacer las necesidades propias o aspirar a mejores cosas en la vida.

La inseguridad es otra de las causas que hay que considerar. El pasado año 2014, hubo, según estudios y cálculos del Observatorio Venezolano de Violencia, 24.980 asesinatos en todo el territorio nacional y la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes llegó a 82. Entre 1999 y 2015 se han cometido en Venezuela más de 231.562 homicidios, número que es una de las principales razones por las cuales en este lapso de 15 años han ocurrido un 80% del total de emigraciones, como se menciono anteriormente.

No hay nada que duela más que la verdad, y la verdad es que Venezuela es actualmente una triste realidad. Nos levantamos día a día creyendo que la situación no puede estar peor, pero solo nos basta con salir de nuestros hogares para certificar que sí, que la realidad es aún más alarmante que ayer. Y este ambiente de confrontación que se respira, no hace sino aumentar la inquietud e incertidumbre.

No es una solución seguir diciendo que tenemos las mujeres más bellas del universo, que el Salto Ángel es la caída de agua más alta del mundo o que los venezolanos somos los ciudadanos “más felices”, mientras hay una mujer en una lista de espera para una quimioterapia, mientras un niño o niña no puede ser atendido de urgencia por no tener seguro o mientras una madre llora por ese hijo al que le quitaron la vida. No es dramatismo ni exageración, simplemente es la verdad.

El país no necesita jóvenes que se vayan mientras ocurre un cambio, el país necesita jóvenes que se queden para hacer que ocurra ese cambio.

No juzgare a los que se fueron, todo lo contrario, les deseare mucha suerte. Pero yo me quedaré, porque mi excusa es Venezuela.

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